10/4/15

Y hoy, me pregunto:

Si pusiera todo lo que tengo de guitarra en un comentario, ¿cuán largo sería?

Supongo que sería algo así:





















Haber, hay más, pero no pienso seguir copiando y pegando enlaces, que me va a entrar un cáncer.

7/12/14

Estás tan ausente... Que duele hasta el hecho de que hayas existido.
El hecho de que un día, hace no mucho, estabas ahí. Como un recordatorio continuo de que ya no estás.

Sólo quedo en mí tu recuerdo, que tanto dista de la realidad que he de masticar día a día.

13/10/14

Mensaje

Porque, pasado un tiempo, ocurrió:
Una rutinaria mañana en autobús (nunca fui de los que prestan demasiada atención a su entorno, y sin embargo...) una mirada inconsciente.

Mi suerte estaba echada ya.

Más allá del cristal, y de las gotas sobre la ventana, la ví: su terraza.
Sabía que estaba allí antes de mirar siquiera. Alcé la vista quién sabe por qué, en un inconsciente acto de despedida.

Nada más lejos de mi realidad:

Allí estaba todo, donde dejé de mirarlo por última vez hacía tanto tiempo. La habitación de paredes tapizadas marrones, la antena de televisión, a una altura de vértigo, la vaya por la que trepaba su enredadera, las sábanas ondeando al viento, verdes, incluso el armario de los trastos, acumulando polvo, como siempre.

La observé un instante, el poco que me permitió el autobús mientras pasabamos frente a ella, como si de una despedida se tratase, y justo después retiraba esos pensamientos a los propios para enfrentar el día que se extendía ante mí.

No fui consciente entonces de lo que pasó, pero desde aquella vez, cada mañana, alzaba la mirada unos instantes hacia su terraza. Una fuerza superior a mí me hacía mirar arriba. Los instantes fueron sumándose día a día, hasta que llegó uno tal en el que la llegué a conocer de memoria. No había más que cerrar los ojos y allí estaba: el suelo rojo en el que antaño nos tirábamos agua con la manguera, la cortina de plástico, verde, el vértigo que ambos teníamos al acercarnos al muro...

Porque... sí: cada una de las cosas de aquella terraza venía a mí acompañada de un recuerdo de los dos.

Llegó incluso el día en que me percaté de su invarianza, y no pude evitar un enfado, con el mundo entero al preguntarme sobre ello:

Me preguntaba... Me preguntaba cómo era posible que algo como aquella terraza pudiera permanecer impasible al tiempo mientras nuestro amor yacía hace años resquebrajado bajo toneladas de indiferencia. Me preguntaba qué pasó para que no pudiera ver mi bici aún en aquella terraza. Al pensar en ello me sentí derrotado. Aquel armario polvoriento de aquel rincón, seguía en su vida.
Yo, por el contrario, no.

Eso sólo en los días malos.
Llegó el punto en que sólo quedó en mí su terraza, y todos sus recuerdos asociados: su perfecta desnudez, su forma de moverse en la cama, sus escritos, sus gestos, sus enfados... y eso me dolió.

Me dolió porque un día, hace no mucho, ella fue grande en mí.
Y hoy, todo esto, yace resquebrajado bajo versos vanos.
Yace amarillento, sí, bajo el paso del amor al odio.
Y bajo el peso del dolor. Del diempo.



Introducción

Aún me parece increíble cómo nos conocimos.
De lo más normal, como nunca ocurre.
No consigo comprender el porqué de esa irracionalidad.
Una y otra vez ocurría:


La conoces, te interesas, te destroza.
Una y otra vez.
La conoces, te interesas, te destroza.
Unas tardan más que otras, pero...
La conoces, te interesas, te destroza...


Como si mi vida se desarrollase sobre una métrica que me lo impone, ello es un invariante:
"Van a ghacerte daño, y lo sabes - dice - ¿Por qué lo haces?"

A cada ola que pasa sube más y más el agua al cuello, y con más y más fuerza sopla el viento en el que oigo a la experiencia. Cada vez es más frustrante porque sabes lo que pasará : en efecto, una gota más.

Ella...

Ella entró en mi vida cuando no me la esperaba, aunque sí: la necesitaba.
El primer gesto sincero, tras haber otorgado tantos uno mismo, fue de ella.

Ella era grande en mí. Muy grande en mí.
Otro mundo, otro apoyo, otra forma.
Su mera existencia hacía de la soledad algo distante... su mera existencia: esa que tanto me pesa hoy.
Ella era grande en mí, y alguna vez lo fui yo en ella.

A nadie más hasta ese momento... dormida... desnuda. A nadie quise más de tal manera.

En fin, sólo queda en mí el recuerdo. Un recuerdo hoy tan falso, qe ojalá pudiera evaporarse.

22/9/14

InThe Dark


Ella ya no existe.
En ninguna de sus formas.

Ni en la pequeña y tierna, ni en la apasionada.
Ni en la idílica e intocable, ni en la perfecta para mí.
Ni en la más romántica forma de conocernos, no.
Ni en la más recientemente conocida, sin ningún motivo.

Estoy harto.
Harto y cansado.

Harto de enfrentar al mundo solo.
Harto de tender manos al aire y recibir el viento frío y silencioso de vuestros pulmones.
Harto de tener más sentimientos de los que caben en mí, sin poder compartirlos.
Harto de sentir aún tu abandono.

Ni en el mejor espejismo, ni en la mayor locura.
Ni en la forma más amada y la más odiosa al mismo tiempo.
Ni en la mejor presentación, ni la historia más bonita.
Ni en la mejor noche, ni en el aún mejor día.


Sólo queda en mi silencio.
Ni siquiera el cielo, ni unos cascos susurrándome al oído.


Sólo queda en mí el consuelo, de que soy el único que sufre
de que soy el único que espero.





Porque te vi pasar, pensando que te detendrías,
pero pasaste junto a mi de largo, y aquí sigo:
Sentado en esta vida,
en la poca que me queda...

4/8/14

Nunca supe definir del todo bien cómo me sentía cuando él andaba cerca.
Era como si albergase un amasijo de sentimientos contradictorios:
El deseo de que se fijase en mi, seguido por la vergüenza a que me mirase.
Las ganas de coincidir con él en cualquier parte frente a mi urgente necesidad por hacer como si no le viese cuando eso ocurría.

No, nunca supe muy bien cómo me sentía cuando él estaba. Tampoco necesité saberlo.
Él nunca supo de mí, y nadie, por mí, supo quién era él.

"Honor"


Honor es una palabra que siempre me gustó.
Me recordaba lo bueno que podía dar de sí el ser humano, de sostenerse sobre sus valores.

Honor, lo único relevante en numerosas culturas de antaño, es a día de hoy una palabra a la que raramente se le da uso.
En la sociedad se da prioridad a ser políticamente correcto aún a costa de la ética o la moral, si es que queda alguna en algún sitio. "Hay que ser racional" - dicen, - y abiertos de mente.

Nos venden el honor como símbolo de una nobleza y epicidad extintas en nuestro mundo, esas que tanto nos gusta ver en la "gran" pantalla. Hombres que lo dan todo por su pueblo, su familia y en general, por los suyos. Uno de cada mil antes, mas ya no más. Actualmente las personas que priorizan a los suyos por encima de sí mismas son objeto de mofa.

Si, nos venden un honor hace siglos inexistente en nosotros. El sentido del autobeneficio aun a costa de los demás se ha impuesto:
El mundo no ha cambiado, nosotros en cambio, sí.

Hemos pasado a vivir de la forma más insustancial, a ceder el hilo de nuestras vidas a políticos que no nos representan, a comprar comida plastificada a precios desorbitados y en cantidades insultantes, a matar en lugar de morir por amor, a promover el culto a la venganza y las represalias, a acumular exparejas que no han de significar nada para uno mismo salvo un número cuan más alto mejor, a despreciar el arte real frente al "arte" moderno y a tirar recursos a la basura cuando disponemos de ellos sin necesitarlos.

A despreciar al ser humano por el mero hecho de serlo, como es: con defectos.
A cultivar la violencia como único medio para cualquier fin, a convertir en ilegales a personas por pisar un suelo tan suyo como nuestro en un mundo que no es de nadie, y de todos.

Vivimos en una época en la que lo correcto es respetar leyes entre absurdas y opresivas aún por encima de la dignidad de las personas, un mundo en el que la policía no es un cuerpo protector, sino un peón más de los opresores, en un pueblo que no hace nada al ser gobernado por ladrones y corruptos, y en donde la dignidad no vale nada.

Vivimos en el mismo mundo, en una sociedad en plena decadencia.
Vivimos en el siglo XXI, y yo sinceramente, lamento haber llegado aquí, en este momento tan inoportuno.

El honor ha muerto.

27/7/14

He estado ocupado

...en esto, concretamente:

Cristalysed - The XX

Snuff - Slipknot

Islands - The XX's


Electric Red - Meshuggah


Straws Pulled at Random - Meshuggah


The Silver Chord - Gojira


Unicorn - Gojira


Roulette - System of a Down


Dont Cry - Guns N' Roses


22/7/14

asdf

Él

Quedaban aún diez minutos largos cuando llegué. Como siempre voy a algún sitio con impaciencia, queriendo adelantar las manecillas del reloj para que ese momento, fuera cual fuese, llegase ya.

No somos muchos, sin embargo un buen cubero sabe cuán llevaderas hace las esperas un cubo de Rubik en esos momentos en los que aguardas un bus, o como era el caso, cuando esperas a alguien.

La gente empezaba a salir: era la hora, así que guardé el cubo en la mochila.
Pasado un rato la vi salir de clase: llevaba una camiseta negra, de tirantes, y el pantalón largo vaquero le daba un aire desenfadado, destacando un poco quizá entre la moda de pantalón corto que lucía por todas partes. – ¡Malditos pantalones cortos, están destrozando escocia! – reí para mis adentros.

Y pelirroja. Sobre todo, pelirroja. Nunca supe por qué, pero me volvían loco, y aún lo hacen. Aún no lo entiendo, el pelo es lo de menos en una persona para mí pero… me encantan.



Ella

Y entonces le vi, con actitud relajada, esperando apoyado en una pared. Y me vio.
Y fui hacia él. Al estar frente a frente alzó la mano y me la estrechó, sonriendo. Eso me gustó.

-          - De modo que este es tu instituto, donde tus profes te ponen deberes…
-          - ¡Cállate, no empieces! – Le dije al tiempo que le golpeaba el hombro.
-          - Oh, vamos Anita, tienes que portarte bien…

Lo cierto es que, aunque me sacaba de quicio cuando me hacía eso, al mismo tiempo me gustaba, aunque no pensaba decírselo.

-         ¿Vamos? – Me dijo
-         Vamos.

Era el último día de clase y la primera tarde de vacaciones. El plan era pasar la tarde jugando como si no hubiera mañana.



Él
No podía dejar de mirarla. Me resultaba atractiva su forma de… de todo.
Era evidente que, habiéndonos visto tan sólo unas pocas veces, aún no se había acostumbrado a verse caminando a mi lado. Si hubiese tenido que ponerle un nombre a la sensación que me transmitía… la expresión quizá hubiera sido… digamos, “puesta a prueba”. Todo eso me parecía divertido y atractivo por igual.

En poco más de unos minutos estábamos en su casa, y en mucho menos en su cuarto.
Era muy… cómo decirlo: suyo. Me gustó.

Aún tenía detalles de una niñez abandonada a regañadientes, pero al mismo tiempo el orden en el escritorio y zona de trabajo que tienen ese tipo de personas llamadas “responsables” por los “adultos” entre las que no puedo incluirme. Personalmente a mí me era imposible conservar ese orden en mi mesa de trabajo durante mucho tiempo.

No era la primera vez que entraba a casa, aunque sí a su cuarto, que por lo general era inexpugnable mientras permaneciesen sus padres en casa, cosa que ese día, no le preocupaba tanto por algún motivo.

-         -  ¿Qué ponemos entonces? – Le dije – ¿empezamos por la primera? – Al tiempo que me preguntaba en voz baja: “¿Llegaremos a la última?” No lo pensaba por ningún motivo en especial, pero si a alguien conozco bien es a mí mismo, y la lógica me obligaba a hacerlo. Había llevado conmigo en una bolsa tanto mi PS1 como mi PS3, y bastantes juegos.
-       
 
Me parece bien, PS1 entonces, pero ya sabes, primero Tekken.
-          He traído el tres – respondí.
-          Perfecto.

Y diciendo eso se levantó a ponerlo, cayendo uno de sus tirantes hacia un lado.
No parecía darse cuenta, pero no dejaba de mirar su hombro, no queriendo y sí al mismo tiempo imaginar qué formas en la piel ocultaría, hacia arriba el pelo, por su cuello, y hacia abajo la ropa, por su cintura.



Ella
Ya íbamos 3-0. El Tekken no parecía ser lo suyo.

Noté por el rabillo del ojo que me miraba, de soslayo, y me puse bien el tirante. No parecía tan relajado como cuando me esperaba al salir de clase. Eso comenzó a inquietarme: ¿qué creía que iba a pasar?

-          (Nada. – Me dije – No va a pasar nada. No ahora.)

Pocas veces había conectado tanto con alguien en tantos aspectos, y mentiría si dijese que a menudo no había cruzado mis pensamientos esa posibilidad, pero siempre en torno a un futuro… ¿relativamente lejano… cercano? Y ahora estaba en mi cuarto. ¿Qué demonios hacía en mi cuarto?

Sigue jugando, idiota. Te está remontando un poco en el juego…
Y cada vez que me lo proponía, le apalizaba, pero cuando por casualidad, mientras jugábamos, su mano rozaba la mía volvía a distraerme. Maldito.  ¿Lo hacía a adrede?

-          - (Por dios – pensé, – que no tarden demasiado mis padres por favor.)

Y entonces, irónicamente en respuesta a mis pensamientos, oscuridad. Oscuridad total.

-         (Oh, por favor, ¿en serio? – Pensé, intentando aparentar que mantenía la calma. – Me levanté y miré por la ventana: no había más luz que la de las estrellas en toda la calle.).
- Vaya, se ha ido en todas partes.

-         - Pues nada – dijo él al tiempo que se recostaba hacia atrás  –  me quedo sin jugar a la PS2 de nuevo, qué remedio.
Me resultaba curioso, (mucho) el que, ahora que yo estaba nerviosa, a él sin embargo se le veía más relajado, boca arriba en la cama, con los ojos cerrados.

-          - ¿Y ahora qué? – dijo sin siquiera abrir los ojos, esbozando al techo una media sonrisa al terminar.

-          - (Bésale, ahora mismo – dijo alguien en mi cabeza.)
-          - (Ni muerta, ¡es casi un extraño!, además, aunque quisiese no podría.)
-          -  (Tú lo has dicho: “casi”. Haz una cosa, mírale ahí como está y respóndele, o mejor aún, respóndete, ¿y ahora qué?)

-          - Pues… no lo sé. Ni siquiera están las farolas encendidas. – Dije, tras unos momentos de duda.
-          - (Espera…  mis padres habían ido al cine, y si tampoco hay luz allí, no podrán sacar el coche del parking. No. No, no, no. ¿Por qué pienso eso?)



Él

Su forma de actuar, de hablar, incluso de moverse cambiaron ligeramente cuando se fue la luz. A mí, simplemente me hizo gracia. Obviamente a ambos nos pasaba la misma imagen por la cabeza.

-         - Cálmate, ya volverá – le dije.
Se tumbó a mi lado, a una distancia más que prudencial, que supuse que había calculado a propósito. Hablamos un rato: de relaciones pasadas, del futuro, de formas de pensar… intenté evitar el tema de libros e incluso series; sabía perfectamente cuánto se alargaría. Mi imaginación volaba, y mi cuerpo iba llenándose poco a poco de esa sensación que llamamos excitación, aunque no me guste el término en este contexto. Era irremediable dadas las circunstancias, y supuse que a ella le ocurría lo mismo.

De repente en uno de los silencios especialmente largo que ocupaba el lugar entre un tema de conversación y el siguiente, me vino un impulso: “vamos a ver si se pone nerviosa… ”, me dije a mí mismo.

-          - Oye…  – dije, al tiempo que roté sobre la cama, quedando boca abajo, echado justamente sobre ella, sujetando mi peso con los brazos, e impidiendo con ellos cualquier ruta de escape que ella pudiese tomar.
-          - ¿Qué hac…? - intentó decir, pero le tapé la boca.
Me fijé en sus ojos: me transmitían tanto y tan poco a la vez, si es que es eso posible… Parecían decir “¿por qué a mí?” y “¡ni se te ocurra!”, al mismo tiempo. Imaginé que su cabeza debía ser un hervidero de pensamientos de alarma en ese momento, así que, antes de que pudiese hacer nada, tomé la iniciativa, enfocando su atención en una pregunta, en lugar de pensamientos como “he de salir de aquí” que seguramente le cruzaban por la mente.

Acerqué mi cara a la suya, en diagonal, como deslizando sobre un carril invisible que recorría sus pómulos, hasta que mi boca estuvo a un milímetro de su oído.

-          - ¿Sabes qué me apetece hacer ahora? – le susurré, al tiempo que rocé levemente su oreja con los labios y los dientes.
-          - Ha… - de su boca salió un intento de balbuceo, pero no me contestó.

Me encantó sentirla tan abrumada. Me encantó cómo su pecho empezaba a golpear al mío, con el que ya estaba en contacto al ir doblando los brazos que me sostenían, y aún más que lo hiciera cada vez con más fuerza. Volví a llevarme a la boca su oreja, y esta vez me permití rozarla con la lengua justo antes de hablar:

-         - Me apetece echarme un lol, ¿a ti no? – dije, rompiendo toda tensión anterior.
-         - ¡PERO SERÁS…! – me pegó en el hombro, mitad indignada, mitad divertida, y sonreí con todas mis fuerzas, cosa que ella no tardó en hacer.
-         - Ya te vale… además, si se ha ido la luz, ¿cómo pretendes que juguemos un lol, teniendo además, un solo ordenador? – me replicó rápidamente. Era el primer acto de valentía que realizaba en un cuarto de hora, y le saldría caro – Anda, quita de encima.
-       
  
- No pretendo jugar al lol – respondí sencillamente.
-     ¿Ah no? Ya lo s… – intentó decirme, justo antes de que hundiera mi boca en la suya.

No sabría decir por qué hice lo que hice en ese momento exacto; tenía en mente la situación, sí, pero en ningún momento planeé hacer nada, tan sólo sentí la necesidad de terminar con la broma, la necesidad de bañarme en sus labios.

La lógica me dice que ella se lo esperaba, debido a la situación, pero sé que no en ese preciso instante, tras haber roto la tensión del momento un instante antes. Lo sé porque ella es como yo, y yo no me lo hubiese esperado, además, y esto es algo que terminó de enloquecerme, porque en el primer instante se estremeció, encogiendo el cuello y el resto del cuerpo, pero devolviéndome el beso.


Ella
Y sin darme cuenta le estaba besando. Durante los primeros cinco segundos no podía pensar en nada más que su boca y la mía, bailando, pero no tardó en llegar a mi cabeza:

-         - (Dios mío, ¿cómo ha pasado? ¿qué hace él en mi cuarto? Esto está mal, esto está mal… – pensaba casi por obligación, al mismo tiempo me hundía de nuevo en su boca, y parte de mí intentaba dar sentido a esa voz dándole respuesta – ¿Pero por qué está mal? ¿Por qué?)

Durante un segundo, paró, se separó ligeramente su rostro del mío y nos miramos, como cerciorándose de no ser el único que sentía esa necesidad.

-          - (Esto no puede estar mal – pensé)
Tomó mi rostro con sus manos y me besó de nuevo. Las mismas manos que instantes después comenzaron a recorrerme por encima de la ropa, provocando una sensación de hormigueo en todo mi cuerpo, sin embargo una de ellas siempre volvía cada poco tiempo arriba, y el volvía a tomar mi rostro con una ternura que jamás hubiera adivinado en él. Fue entonces cuando dejé completamente de plantearme si estaba bien o mal.

Minutos después, nuestras bocas se separaron, y él comenzó a recorrer un camino que, conociéndole, sólo podía terminar de una forma. Recorrió mi mejilla con los labios de camino a mi oreja derecha, donde tanto como con su lengua, como con sus dientes, me provocó escalofríos, y me hacía encoger el cuello. Tan sólo me quedé quieta, boca arriba, a su merced.

De repente me percaté en la presencia de unos dedos que, hasta el momento, se habían contentado con acariciar mi cintura y mi ombligo, pero que parecían pedir más y más. Comenzó a acariciarme la parte interna de los muslos, aún por encima de los vaqueros que, dios sabe cómo, aún conservaba. Jamás me imaginé a mí misma ese día haciendo lo que hice entonces, pero, como siguiendo una petición que él aún no había formulado, me los quité sin siquiera levantarme.

Y así continuó, con su lengua repartiéndose mi boca y mis oídos a partes iguales, y su mano haciendo estragos en mi sexo, totalmente húmedo a esas alturas, pero siempre por encima de la ropa interior. Me sentí totalmente a su merced, y mentiría si dijese que no me gustaba.


Él
¿Cómo demonios había llegado a su habitación? Ya nada me importaba salvo sentir el momento, y el deseo de transmitirle todo el placer que pudiera. Me deslicé de nuevo hasta su boca, y le quité la ropa. Acto seguido, casi como un reflejo, ella llevó a sus pechos las manos, en un absurdo intento de ocultarlos a mi vista. Eso me conquistó, y mientras ella, en esa posición, me miraba a los ojos, yo me incorporé y me quité también la camiseta.

Me eché sobre ella y volví a besarla. Sus pechos cálidos entraron en contacto con mi torso, y jamás hasta ese momento la sentí más cercana. Comenzábamos a ser uno.

-          - ¿Puedo? – Le susurré, a milímetros de su boca.
No me respondió.

-          - Me muero de ganas – Le repetí.
-          - Haz lo que quieras – susurró.
Y entonces, comencé a bajar, devorando cada centímetro de su piel a mi paso, primero por su cuello, y más adelante con sus pechos. Con ambos. Me atreví incluso morder suavemente uno de ellos, satisfecho de mí mismo al oír un pequeño gemido de dolor proveniente de ella, pero no me detuve ahí, proseguí mi camino. Al llegar a su cintura, la tomé a ambos lados con mis manos, y deslicé mi lengua desde su ombligo hasta su entrepierna, sin entrar en contacto directo con ella.

Me coloqué cómodamente entre sus piernas, y comencé a acariciar con la boca toda la zona cercana a su sexo, y el interior de sus muslos, durante más de un minuto, haciéndome de esperar.

Repentinamente y con intensidad, llevé mi lengua de lleno a su entrepierna, la cual había evitado durante un tiempo para aumentar sus ganas, y escuché cómo su respiración se hacía más intensa. Continué aún unos minutos más, siempre por encima de la ropa interior antes de deslizarme cuerpo arriba hasta su rostro y susurrarle:

-          ¿Me vas a hacer esperar mucho más?, quiero besarte directamente.


Ella

Creí entender lo que quería decirme, y cuando bajó de nuevo, le ayudé a quitármelo todo. De nuevo, y ahora directamente, me besó como no me había besado hasta ahora, deslizando su lengua con firmeza y muy lentamente de arriba a abajo. La sensación que me produjo me hizo morderme el labio, intentando, por tonto que pareciese, evitar que él oyera cualquier sonido que saliera de mi boca. En ese momento, me abandoné a mí misma a él, y dejé de pensar en todo cuanto fuera externo a aquella cama, y a su lengua.

Abrí los ojos, y miré hacia abajo. La imagen era… ¿cómo decirlo? Pude ver boca arriba, cómo mis pechos la enmarcaban desde los lados, una imagen tan poderosa que no se me iría de la mente en muchas, muchas noches:

Mi cuerpo desnudo: mis pechos, más abajo mi ombligo, y aún más abajo, él. Mirándome fijamente mientras se entregaba a su tarea. Esa mirada me perseguiría mucho tiempo. Lo que con sus ojos me transmitió, lo entendí perfectamente:

-          - (Haciendo esto, estoy disfrutando aún más que tú recibiéndolo. Y me encantaría hacértelo a diario si así lo quisieras.)

Era más que sus ojos. Era notar sus manos acariciándome a ambos lados la cintura, hasta los pechos, mientras su lengua no cesaba en su lento movimiento, que cada vez me enloquecía más. Saber que esa persona no era cualquiera, sino alguien con quien realmente conectaba.
A partir de ese momento, cerré los ojos y me dejé llevar.
Completamente.


Él
Me encantaba. Verla desde esa posición, con los ojos cerrados, simplemente entregada, a lo que quisiera hacerle.

Me encantaba cómo el mero movimiento de mi lengua bastara para que su espalda se arquease hasta ángulos imposibles, cómo abría la boca involuntariamente cada vez que yo me proponía que lo hiciese. Ella se dio cuenta de cuánto me gustaba hacerle eso, y eso me encantó aún más.

De repente sonó su móvil: eran sus padres. No podían pasar por la barrera del parking, y se retrasarían. En ningún momento dejé de devorar su entrepierna mientras hablaba por teléfono. Es más, me propuse hacerlo más intensamente aún, realizando con la lengua movimientos mucho más rápidos, hacia los lados. Sus gemidos se intensificaron, lo que tan sólo consiguió que aumentase más aún mi deseo de hacerlo aún más intensamente: de hacerla llegar.

Y no tardó, en menos de dos minutos en los que me propuse llevarla al cielo, estalló en mí. Lo supe por el movimiento de sus piernas, segundos antes, y por cómo se tensaron y estremecieron las mismas, segundos después, pero sobre todo, por cómo, en ese preciso momento, dejó de jadear, dejó de gemir, aguantando la respiración, aguantando las ganas de gritar al mismo tiempo que con una mano me cogió fuertemente del pelo y con la otra me arañaba la espalda.

Cuando eso pasó, sonreí hacia mis adentros y seguí un tiempo más, tratando de alargar su clímax todo cuanto pudiese, y al término, la besé con cariño, como si de su boca se tratase, y subí de nuevo a su altura.

Nos miramos. Ella aún respiraba con dificultad, y sonreímos a la vez.


Ella
Estaba en una nube. Todo cuanto me apetecía era cerrar los ojos y caer dormida, pero si me entregaba al sueño, él no estaría conmigo. Pasaron unos minutos en los que acariciaba mi cuerpo suavemente, y yo, me acurruqué contra él, de lado, subiendo una pierna por encima suyo.

Lo que vendría a continuación, lo sabía, tan sólo quería unos instantes de descanso. Cuando recuperé el aliento le recorrí con mis manos, como había hecho él conmigo, largo tiempo atrás, parecía. Me sorprendí al ver que él aún llevaba pantalones. Se los desabroché.

-          - Oye, ¿Adónde te crees que vas? – me dijo.
-          - Me toca – respondí, con tono de juego.
Entonces se echó sobre mí y pegó su cuerpo completamente al mío. Ambos estábamos completamente desnudos, y noté cómo su torso caliente entraba en contacto con el mío, y más aún, cómo su miembro, duro como estaba, entraba en contacto ligeramente con mi entrepierna. Volvió a besarme.

-          - De eso nada. Aquí la única que tiene que disfrutar, eres tú, no yo.
Dicho esto, me separó ambas piernas con suavidad, y se hundió en lo más profundo de mí. No podría definir con palabras la sensación que llegó a mi cuerpo ante esa primera embestida. Y no pude evitar un primer gemido, aunque traté de controlar los que vinieron después. Con la boca había sido certero, sí, pero esto era… era muy diferente. Le cogí del rostro, y como había hecho antes él conmigo, lo guié hasta mi boca.

Me sentía suya. Deseé que no acabase nunca, o en su defecto, que el momento se alargase lo máximo posible. Agarró mi pierna izquierda y la elevó más aún, quedando mi rodilla a la altura de mi rostro, y profundizó más aún en mí. Ya no podía evitarlo, cada vez que estaba dentro, leves gemidos escapaban de mi boca sin que yo pudiese hacer nada. Rocé de nuevo el clímax, pero esta vez, no lo alcancé. El paró justo en ese momento y me cogió en peso, volteándome sobre él al tiempo que se tumbaba boca arriba a un lado de donde estábamos.

-          - ¡No…! – me quejé, – estaba a punto…
Me cogió en brazos y me colocó encima suyo.

-         - Lo siento – se disculpó. Hazlo como tú quieras ahora.
Ahora era mío.


Él
Me sentí suyo.

Ella se inclinó para besarme al mismo tiempo que llevaba una mano entre sus piernas, guiándome a su húmedo interior. No cabía en mí mismo: ¿de verdad era todo real? Comenzó a cabalgarme: primero lentamente, y cada vez con más fuerza, hasta que llegó a mis oídos el sonido de la cama golpeando la pared. Verla ahora, tomando la iniciativa, disparó mi excitación hasta el punto que tuve que decirle:

-          - Ve más despacio, vas a hacer que termine… y quiero seguir.
Bajó muy poco el ritmo, pero lo suficiente para que yo recuperase el aliento. Llevé mis manos a su cintura hasta sus hombros y la atraje para que se inclinase hacia mí, pudiendo besarla y, ahora, recuperando la iniciativa, moviéndome con, y más aún que ella.

En ese momento, otro impulso se me vino a la cabeza: no me lo pensé. La azoté con fuerza y agarré sus nalgas al tiempo que la embestía aún más deprisa. Lo que vino después fue interesante. Ella me miró, yo la miré, frené ligeramente el ritmo, y ambos nos reímos ante la situación que se había dado.


Ella
Eso había sido muy raro, aunque divertido. De repente, me quitó de encima, empujándome a un lado, quedando yo de costado y dándole la espalda. Sin darme tiempo a mover un solo músculo o a decir nada, agarró con una mano mis pechos y con la otra mi rostro para besarme, al mismo tiempo que se introducía de nuevo en mí. “¿Cuánto más podrá aguantar?”, me pregunté.

Con su mano dobló aún más mis piernas, siendo cada embestida más profunda y lenta que la anterior. Tras eso, cogió mi propia mano con la suya, y la guió hasta mi entrepierna, invitándome a darme aún más placer frente a él. Lo primero que noté con mi mano fue su miembro, entrando y saliendo de mí. Era realmente duro al tacto, y durante un tiempo quise sentirlo así, también en la mano, y más tarde consentí su deseo, de tocarme mientras me hacía el amor.


Él

Y entonces, con mi mano derecha, recorrí de nuevo su cuerpo camino arriba, apreté ahora fuertemente uno de sus pechos y comencé a moverme más y más rápido, queriendo que llegase de nuevo. Su reacción a ese repentino cambio de intensidad fue más que perceptible. Llevé mi mano a su cuello y apreté ligeramente, con toda la brusquedad que me permitía tener con algo tan bello como era ella, algo que quería proteger, y le susurré:

-         - Cállate… ¿es que quieres que nos oigan? – dije en un tono que sé que la volvió loca.
Y así, con mi mano apretando su cuello, mi boca fundida en la suya llegué al clímax. Mi mano pasó a apretarla más fuertemente, mi boca mordió sus labios y agarré su pelo con tanta fuerza que más adelante temí haberle hecho daño. Me deslicé rápidamente fuera de ella, y terminé sobre su espalda y parte de su trasero. Tanto ella como yo estábamos jadeando, exhaustos.

Me quedé en esa misma posición: de lado, abrazándola. Besé nuevamente su mejilla con ternura. Pasaron unos instantes de silencio en los que sólo pudo escucharse nuestra respiración. Antes incluso de haber retomado el aliento, le dije:

-          - No te conozco, y te quiero: ¿me lo explicas? 
-      - No podría. Yo… tan sólo quiero quedarme aquí – me respondió.


Ellos
De repente, volvió la luz. Ambos pensaron lo mismo. Si quisieran, podían fingir que todo había sido un sueño. Un sueño aislado, fuera de la realidad.
Podían.


Pero entonces ese pensamiento se evaporó, en la mente de ambos.

12/7/14

Es así

El truco es hacer aquello que te llene.
Aquello que te pida el cuerpo en el momento, siempre y cuando no sea renunciar a ti mismo.

Piensa:
¿Qué es eso en lo que piensas a menudo que te gustaría hacer?
¿Que es lo más probable que acabes haciendo hoy?

¿Acaso es incompatible con tu forma de ser, hacer lo que te llena, hoy mismo?

Haz de hoy un día memorable.
Hazlo.